Writing With Abandon

Reflections and ramblings about life as an educator, writer, reader, knitter, and over-thinker. Trying to do the writing only I can do.

Tag: multilingual friday

  • Día 29: Conversaciones oídas sin querer

    “No sé cómo arreglarlo,” el hombre mayor dice, exasperado. No tiene mucho pelo, pero lo que tiene es blanco-gris, y lleva un bigote. El hombre frente él tiene mi edad, pienso, con pelo rubio y un bigote.

    Tomo otro trago de mi agua de coco, y trato de concentrar mis ojos en mi libro. Pero sigo escuchando sin querer. Están teniendo esta conversación en un café público, después de todo.

    “Tengo 60 años y cuando me hieres los sentimientos, es difícil decirte que me los estás hiriendo.”

    La conversación cambia dirección, a la mamá del hombre mayor, que él nunca podía decirle cuando le hería los sentimientos.

    “Pero no tiene que ser así con nosotros,” el hombre menor dice. “Sé que te pido mucho, pero si puedes tratar de decirme cómo te sientes en el momento, no tendríamos estas peleas en las que discutimos de todo lo que pasó en una semana.”

    El hombre mayor se queda en silencio.

    Están en una relación. Tal vez están a punto de romperlo.

    Sigo intentando leer.

    Después de unos minutos, el hombre mayor pregunta: “¿Qué vas a hacer?”

    El otro: “Estoy mirando fotos de mariposas. Déjame saber cual te gusta. Si lo vamos a hacer, me gustan todas que no tienen muchas partes negras.”

    Se quedan unos momentos más antes de irse. Supongo que es normal discutir con tu pareja y recibir el mismo tatuaje que tu pareja en el mismo día.

  • Día 22: El español

    Esta mañana me levanté y leí el post de Ana.

    “Right! It’s multi-lit Friday,” pensé. Se me había olvidado.

    Leyendo sus palabras, me di cuenta de la importancia que tiene el español en mi vida. Aún cometo errores, normalmente con el uso de ser y estar o con el masculino y femenino. Pero de todos modos, sé que soy bilingüe y que el español es una parte importante de mi vida.

    Comencé a estudiar español en 6to grado, cuando tenía once años. En la escuela intermedia, solo aprendí vocabulario y cómo conjugar los verbos. Tenía miedo de hablar — cuando traté de hablar, los otros niños que hablaban español en sus casas se reirían de mí. No fue una situación cómoda ni segura para poder aprender.

    Fue igual en la secundaria. Tomé AP Spanish, pero justo pasé la clase. Creo que saqué la nota más baja de mi vida en esa clase el primer semestre.

    Cuando llegué a la universidad, había decidido estudiar en España, entonces tomé una clase con una profesora de Barcelona. Fue allí donde me sentí suficientemente segura para poder probar a hablar. Luego, un semestre en Barcelona con una mamá española, cada cena una conversación. Y, claro, mis dos años en Madrid, construyendo amistades y relaciones en español, haciendo los quehaceres (abriendo una cuenta bancaria, yendo al supermercado, etcétera) en español, me subió al nivel al que estoy ahora.

    Al volver a Nueva York, trabajé como maestra bilingüe por cinco años. Hice más amistades, ahora con gente bilingüe. Personas con quienes intercambiaba entre el español y el inglés fluidamente.

    Es así acá en Miami. Una mezcla de los dos idiomas al diario. Saludo al valet cada mañana en español, a mi conductor del Uber en español, a las chicas de la limpieza en el cole. La mayoría de mis estudiantes hablan español, y muchas veces entre ellos cambian al español con tanta facilidad, aunque enseñamos en inglés. Con mis amigas y compañeros del trabajo, es igual. Me doy cuenta de todo lo que perdería (aquí, en mi vida, mis amigas) sin el español. Ya forma parte de mi ser, parte de mi repertorio lingüístico.

    Me imagino un squiggle, haciendo el baile del Spanglish, sprinkled con risas. Ese es el sonido de Miami para mí. Ese es el ritmo de mi mente.

  • Day 15: A Bota Bag

    Soria, qué linda eres

    Con tus fiestas San Juaneras

    Con tu sinfín de haceres

    Y tus bonitas mujeres

    Que iluminan la verbena

    It was summer, and I was in my Spanish boyfriend at the time’s pueblo, Soria. I’d been living in Madrid for a year by then, and had visited Soria once before, but I’d never seen it like this.

    In Spain, when a town has their festivals, it’s like it becomes a lawless land. Everyone is partying, everywhere. Streetlights? Who needs them. Stores? Psssshh. Food? Better fill up because you’ll be drinking from the moment you wake. Wine? Oh, tons of it.

    I was reminded of Soria’s San Juan festival last week when L’s mom came in to give a presentation on Spanish inventions. One of the first images she projected on the screen was of a bota bag, or a wineskin.

    “Who knows what this is?” María asked.

    The kids started shouting out answers.

    “A bag!”

    “A pouch?”

    “What is that?”

    “It’s a bag, yes,” María said. “It holds a liquid. Do you know which one?”

    “Water!”

    “Juice!”

    “Wine,” I said. Upon seeing the image, my mind had immediately flashed to the streets of Soria, someone pouring cold red wine into my mouth from above, wiping it from my lips and chin with the back of my hand.

    “No fair, Ms. Amy!” María laughed. She knows I lived in Madrid for 2 years.

    “Woops!” I said, making the sign of zipping my mouth shut. “Ya me callo.

    As she clicked through the rest of the slides, my mind skipped around more moments from that weekend, like a pebble’s ripple across the water: watching townspeople chase a bull in the ring, then all of us climbing down into the arena, wearing party hats and leis; waiting on what felt like the longest line ever for bocadillos, my stomach growling; singing Soria, qué linda eres at the top of our lungs as we walked through the park at night; feeling nauseous from drinking too much, too quickly, a friendly stranger helping me throw up behind a dumpster, gifting me a bottle of water; the men in the street with the bull meat and the bota bags, giving anyone who wished a bite and a swig; wanting desperately to go back to Madrid.

    Even at 23 years old, when I liked to party, the Spanish festivals were too much for me. I remember, laugh, and get back to the presentation.

    **

    This post was inspired by Amanda Potts’ lovely post “Cheesy” about eating raclette for dinner, which takes us on a journey to her first time trying it while studying in France.

  • Día 8: La importancia de la gratitud

    Hoy a la hora de la despedida, vi a la mamá de una de mis estudiantes. Le llamé para decirle algo sobre el paseo la semana que viene (su hija tiene diabetes, y el paseo es durante la noche, así que ella viene con nosotros).

    —Estás en nuestro grupo, —le dije.

    —Ay gracias, —me respondió, un poquito asustado. —Creí que mi ibas a decir que algo había pasado.

    —No, no, esta semana todo bien con M. La vi jugando con todas las demás chicas, llevándose bien con ellas.

    —Qué bueno, así es como queremos que termine el año.

    Fue en ese momento que me comenzó a decir las palabras que yo no sabía que necesitaba tanto.

    —Estamos tan agradecidos de que M tiene a ti y a Kim este año. De verdad es la mejor manera de terminar su experiencia en KLA.

    —Gracias, S, —dije, el corazón creciendo dentro mi pecho. —Necesitaba escuchar eso después de la semana que hemos pasado.

    —Ay sí, de verdad. Para mi marido, te ama, eres la mejor maestra para M que ha tenido en sus años aquí. De verdad, muchas gracias.

    La abracé. Nos despedimos. Y me fui al otro lado del lobby con lágrimas contentas en los ojos.

    Hoy escribo sobre la importancia de la gratitud. Si eres agradecido por alguien, díselo. Puede cambiar su día.

    It’s been a while since writing in Spanish! But today is Multi-Lingual Friday, so I figured I’d give it a try.